viernes, 7 de agosto de 2009

Espejismo de soledad

Recreo una escena hitchcokiana y me veo casi como la sombra de Greta Garbo cuando rechazó el papel de Rebecca. Es de tarde... caminé horas por el mercado de libros de Sant Martí pero llegué tarde, llegué para dar una vuelta rápida... los ejemplares son antiguos, tienen olor a resina, páginas amarillas de papel secante, tapas duras como la Biblia del párroco de un pueblo antiguo. Hay muchos en catalán o de escritores desconocidos para mí, caigo en la cuenta de que lo único argentino que florece, capaz, es el Martín Fierro. No conocen a mi famoso Borges o a mi imaginario Cortazar. Busco desesperadamente algo para comprar, algo para que me acompañe en estos días semi grises... encuentro la obra abierta de Umberto Eco, pienso en "Apocalípticos e integrados" y me lo llevo, tiene todas las características que antes enumeré. Sigo caminando y me encuentro con más y más literatura extraterrestre (al menos para mí), hasta que lo veo: "1984, George Orwell", me emocioné. Lo cogí y flipé... tenía la contrapartida de Huxley y de su "mundo feliz", lo vi... salía tan sólo 3 euros. Corrí hacia la meta, estaba apunto de convertirlo en mío cuando me di cuenta de la cruel realidad: estaba en catalán. Deprimida y viendo como todos los puestos iban recogiendo sus libros y guardándolos en grandes conteineres seguí con mi búsqueda, hasta que finalmente después de revolver y hostigar encontré el mismo 1984 en castellano. La culminación de la movida "libro añejo" terminó cuando me enamoré por primera vez: era un ejemplar suave, con tapa dura y almohadonada, de color verde e impresiones en dorado, intacto, bello... era más guapo y perfecto que cualquier otro libro, al fin lo había encontrado... las páginas crujían y eran amarillas, secantes, todo parecía entonar, inclusive su autora: Virginia Wolff... tenía que ser mío. Primera edición de 1940, 30 euros, mejor paso... con amargura y afanes de coleccionista frustrada devolví el objeto deseado a su vendedora.
Todo cerró, quedo el mercado oscuro y con aspecto a plaza Italia en mi Buenos Aires querido un sábado a la tarde… Volví a mirar, se había convertido en un baldío lleno de puestos con cds truchos y dvds, como la peotanol de Mardel... en donde está la Bristol.
A pesar de Wolff me fui feliz con mis dos adquisiciones, caminé, mi próximo destino era Montjuic. Dos veces fui para el lado contrario al rayo del sol hasta que el hambre me obligó a sacar mis sandwiches del tapper y comerlos parada en la baranda del metro. Pregunté y llegué en tinieblas a Plaza España, había una exposición de perritos y no sabía cómo llegar al teleférico. Lo increíble en este país es que cuanto más caminás, menos encontrás los lugares que estás buscando. Vi el museo de arte moderno, subí las escaleras y me quedo de fondo, era como el concepto de fondo-figura, una especie de castillo atrás y yo abajo en la fuente, contemplándolo. Me senté en el círculo acuífero, miré mi móvil, hacía dos días que no sonaba y que no tenía contacto con nadie. Prendí mi ipod y elegí una canción: "Under the bridge", me acosté sobre el pasto con la cabeza apoyada en el cemento, observando el cielo sin mirarlo, pasaban las horas... el móvil seguía sin sonar, Montjuic seguía sin aparecer, agarré una postal que le compré a mi hermanito del Barca y la escribí, "Cocu... todo sería mejor si vos estuvieras acá, nunca estuve más sola", volví a mirar para adelante... más turistas, más flashes y yo con mil palabras sin poder dejarlas ser. Una pequeña lagrima tocó mis lentes... después otra y ya más luego no las conté. Era domingo. (04/09/07)

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