viernes, 7 de agosto de 2009

Viaje.

Primero. Viena.
Fui a Viena en donde descubrí que Mozart era un jugador perdido y que la flia Strauss hizo un poco más que el vals del casorio. Vi gárgolas blancas perfectamente delineadas en cada calle de la austríaca ciudad, comí en un puestito de salchichas en el frío polar y finalmente estuve 2 horas sentada sin hablar obnubilada con la música clásica. INCREÍBLE.

Vivimos a chocolate caliente y/o vino caliente, el frío es más que cruel; no tanto en Viena que tiene las calles congeladas y que los viejos pasean por los parques con los palos de esquíes. Lo peor del frío fue: BUDAPEST.

Segundo. Budapest.
Salimos del metro, antes tuvimos que superar nuestra idea de ir todo el día con un solo ticket (en Viena NADIE pagó un metro/tram/bus), ya que apareció un guardián húngaro bien conservado pro-soviético y nos exigió que validáramos el ticket. Ahora, volviendo a la salida... fue salir del cascarón y encontrarse en el polo, fue renacer en pingüinos.

Lo que más me chocó fue la cortina de hierro, la bipolarización del mundo. Si bien Viena es Europa del este, comparada a Budapest es Paris. Me imagino que cuánto más al este te vas, más te introducís en el mundo esteño (valga la redundancia). Nuestro hostal estaba en un edificio semi destruido, el dueño parecía el profesor Girafales, y lo único que me decía era: 'yo play movie con Antonio Banderas', y yo le repetía: 'soy ARGENTINA' y él balbuceaba: "Antonio Banderas... Antonio Banderas..." En el ascensor sólo entrábamos dos sin mochilas. El edificio tenía un patio interno en donde un hombre se fumaba un cigarro en remera... o "nicky"... con dos grados bajo cero! "Sin más", como diría Ane.

En resumen; la ciudad me moló, tuvimos que resistir como esquimales la brisa y la nevisca, patinamos por las veredas, vimos a gente resbalar por el hielo y volver a pararse como si el caerse fuera parte del camino. Descubrimos que el símbolo de Budapest es la mano de San Esteban, un clérigo al que se le congeló y fosilizó la mano. Luego se conviritió en un símbolo que todos querían poseer y por el cual luchaban, hoy duerme tranquila en una Iglesia instalada en Pest.

Además de entender que la diferencia con Viena radica en la influencia turca y huna, aprendí que Budapest está dividida por el Danubio en dos: Buda (la parte donde está el castillo en el monte) y Pest (la llanura). Desde Buda se puede apreciar la mejor vista: el parlamento con terminaciones góticas asiáticas y una iluminación tenue que alegra el paisaje resbaladizo.

Pero lo que más me interesó de todo esto es que existen en la calle unos piletones de aguas calientes (o termales) en donde la gente se baña para curar pecados -esa parte es un agregado mio, la subjetividad me puede-. Entrás en un palacio amarillo con un bañador rosa bebe entero y te encontrás con 3 piletas. La temperatura ambiental está bajo cero pero el agua está a 40 grados. Te introducís. No ves, el vapor hace invisible a los demás. Existe la pileta de 40 grados con un tablero de ajedrez flotante en donde el PAMI juega; otra con 25 grados y gente nadando; y quizá la mejor, la de 35... que tiene además un yakuzi y unas corrientes que te hacen dar vueltas en círculo. Lo que es verdad es que salís de ahí y sos OTRO. (09/02/08)

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