viernes, 7 de agosto de 2009

Viaje 2.

Tercero. Praga.
A veces creo que la gente del este y su cortina de hierro los dejó medio trastocados. Llegamos y pregunté inocentemente cómo se llamaba la estación en donde nos encontrábamos: el señor me devolvió un ligero 'no soy un centro turístico'.
Más tarde y un poco más lejos intenté comprar un ticket de metro y el señor de información me recibió con un 'no soy un shopping' y ya para culminar el trípode
-Martín,Ane y yo- intentó sacar boleto con las monedas checas. (Cambiar de país en lugares que recién entran en la comunidad europea es... en una hora escuchar otro idioma, tener otro cambio en donde un euro pasa de ser 3500 florines, o 350 checos, o ya ni sé) La cuestión es que estábamos tratando de entender el valor de cada redondel metálico para comprar el boleto cuando un señor con un sombrero negro, ojos celestes grandes merodeaba alrededor nuestro y pelaba una mandarina con cara extraña, Martín se puso entre él y yo, parecía un psicópata. Lo bautizamos como “la mandarina mecánica”. La gente en República Checa ASUSTA, de verdad. Más allá de ese inicio Praga cautivó. Tiene un puente decorado con gárgolas que parece la entrada a un castillo desde donde se ve toda la parte vieja. Creo que lo más peculiar es la iluminación de las iglesias góticas que tienen una mezcla de castillo de Disney y de casa de Drácula, es una ciudad fantástica, en donde todos podemos sentirnos adentro de una nube de ensueño. Anduvimos por el barrio judío... entré a una sinagoga museo que tenía escritos en las paredes de sus tres pisos los judíos muertos en la segunda guerra mundial, también paseamos por el cementerio que es más antiguo y que va por capas: hay como tres capas de tumbas superpuestas, lápidas colocadas de una manera irregular, de piedra... algunas más grandes, más chicas... más oscuras: Increíble.
La culminación.
Cena en una Praga con niebla abajo de algún puente con el embajador argentino de Praga! surrealista... la charla se basó en “El Quijote”. Martín y Juan Eduardo conversaban mientras Ane y yo sólo podíamos tratar de entender lo que estábamos viviendo.
El gran prócer de este lugar: KAFKA.

Cuarto y (mejor). BERLIN.
Me cuesta poner en palabras lo que produce Berlín. Escuché mucho: “que hay que ir a Berlín, que está de moda... que tal que tul...que tiene todo...” EN FIN.
La realidad es que hasta que uno no se para en esa ciudad no entiende lo que es.
Es el cúmulo de historia del siglo XX, es la ciudad RECONSTRUIDA en su totalidad lo que impacta (destruyeron el 80% de su territorio, entre las dos guerras y la guerra fría). Es entender cómo una nación puede volver de las cenizas y pararse mejor que nadie.
Una restructuración de 1880 que todavía está vigente en las calles con sus veredas anchas, todo pulcro, ordenado; un metro pensado para conectar toda la ciudad. Y otro para hacer visitas por los bunker.
Es difícil pero hay que sólo imaginar que uno se desayuna en Berlín de que el muro no era una pared que dividía a la ciudad en dos partes, el muro cercaba la parte occidental... Berlín occidental estaba cercada por todos los lados por la muralla. Caminar por la calles y ver los adoquines que son los resabios del MURO... casi no queda nada... y llegar a la East Gallery, en donde está toda la parte de ese muro pintada... por artistas, por gente común, por nosotros... darse cuenta que cruzar el muro no era saltar y estar del otro lado... había dos muros (el interno y el externo, había 10 metros de distancia entre cada uno). Es tan fuerte todo... TAN FUERTE-
Pero Berlín no termina en sus reconstrucciones (hay edificios que los reconstruyeron cuatro veces), o en su famosa torre de TV (que construyeron los soviéticos para demostrarle a los capitalistas que ellos también podían), eso solo es el marco histórico: en Berlín hay arte... hay casas ocupas cubiertas de gráfitis. Vas caminando tranquilo mirando esos dibujos que decoran la solemne ciudad y de repente te percatas de que hay un galpón que parece abandonado, te introducís y te encontrças con sillas aterciopeladas del 40`, luces verdes, carteles de la RSSS, toros mecánicos y grafittis por todos lados...seguis caminando, ves una escalera, subís... está oscuro... te guías por el oído y apareces tres pisos arriba en un bar retro. Berlín es ASÍ. Llegué capaz al amor total la noche en que luego de conocer todo tipo de bares terminé en uno en el que todos los alemanes bailaban Gitana de los Cadillacs y un dragón que estaba colgado en el techo se prendía fuego al ritmo de la música.
La última noche, creo y con este creo afirmó que mi pasión micro cultural llegó a su momento perfecto, hablé con Ralph... un alemán del este que cruzó al oeste... en su inglés primitivo me relató el momento en que se sentó en el muro: miró para un lado, miró para el otro y decidió saltar... corrió y llegó al río (hay partes del muro que dividían el agua) y nadó... nadó y se sumergió al ver un vote con oficiales soviéticos... nadó y llegó al otro lado en dónde se encontró con unos soldados que le dieron vodka.
El tour después de ver la parte futurista (el sony center) que es un avance de Japón, la parte simbólica (el monumento a los muertos en el holocausto) y el mucho más simbolista que simbólico museo judío... terminó en un campo de concentración...
¿qué puedo decir?
Nos enteramos de que fue también usado por los rusos en la guerra fría, que los primeros prisioneros fueron en el 33... y eran funcionarios del Parlamento (hoy x hoy un edificio futurista en donde la sala de conferencias tiene en el medio una especie de remolino de espejos que hace que la gente de arriba -el pueblo- los vea mientras toman las decisiones), que fueron los encargados de construir el campo. Lo recorrimos sin hambre, viendo más de lo que todos hemos visto en películas... pero capaz sitiéndote más miserable por pertenecer a la misma raza que esos infames. Algo que me llevé de ahí fue la actitud de Stalin... cuentan que en la prisión (si, si... había prisión dentro del campo... es donde iban los prisioneros políticos) estaba el hijo de Stalin... cuando lo capturaron hubo un llamado de alemanes a rusos ofreciendo un trueque... como el rango del oficial que tenían los rusos era más alto, Stalin decidió sacrificar a su hijo. En fin... MÁS DE LO MISMO. En ese sabroso lugar se decía que la gente entraba por la puerta A y salía por la Z (en dónde estaba la cámara de gas) y mucho más... si bien, como toda Berlín... no impresiona lo que hoy se puede ver del lugar, sino la propia reconstrucción que uno debe hacer en su cerebro, el arte de imaginar. (10/02/08)

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