viernes, 7 de agosto de 2009

Un paseo por las nubes

Caminás con el paso rígido y llegás. No podes ver lo que miras: fotos y más fotos, mensajes con o sin faltas de ortografía (¿qué más da?), sillas, cajas de cigarrillos, graffitis, flores, y tanto humo apagado que el lugar tiene un sonido insonoro y una melancolía que te convierte de visitante a partícipe.
Estás en el medio de la nada, la detención del tiempo se adueñó de esa calle, que está cortada hace más de un año y la cuál, al parecer, va a seguir con las rejas que dividen el dolor del suceso; las caras se van transfigurando, entrás y no sabes cómo te va a afectar ver lo que verás. Estás desorbitado, no conocés a nadie de las personas que se esfumaron, de esos "ángeles que Dios se llevó antes de la tierra", como dicen los graffitis. Sin embargo, un dolor en el pecho se apodera de tu cuerpo, un mareo corre por tus venas y lees y relees las frases, los mensajes de padres a hijos, de hijos a padres, aunque no te gusta el morbo, lo lees. Blanco, y flores no hay otra cosa, eso y un poco de fotos con ángeles y demás. Caras de personas que no superan los 30 años, en su mayoría no superan los 22, adolescentes felices en fotos caseras que te miran y te piden justicia. Ahora, ¿qué es la justicia? Si todo eso es dolor, si nada va a volver, si esas 194 personas ya no están y no van a estar. ¿Qué podés hacer más que llorar? Llorar por gente que no conociste, y que no vas a conocer jamás. Las piedras contextualizan el dolor con el crujir de los pasos, de a poco se acercan personas: y vos te preguntás, ¿serán familiares o simples visitantes como yo?, ahí aparecen los que indagan, un señor se acerca y te dice: "¿acá era Cromagnon?". Ahí entendés que es otro más, otro más igual que vos. Mirás para arriba, llegás a la puerta y un cielo de zapatillas cubre el aire, lo más triste quizá, es la zapatilla que tiene un chupete rosa que cuelga de sus cordones. Te acercás a la reja, y te trepás a un cantero para observar, ¿y que ves?: una puerta violeta, una calle muerta -tan muerta como las 194 víctimas que ya no están-, un hotel abandonado y un móvil policial. Bartolemé Mitre ya no existe, hoy esa calle es de los pibes de Cromagnon, es "los pibes de Cromagnon". Te bajas del cantero y volvés al santuario pero esta vez no estás más en la plazoleta blanca con flores y fotos, estás en un puestito con ropa quemada, con flores, con botellas de cerveza vacías y más fotos, muchas más fotos. Cartas con letras invisibles que no llegaron a destino, atrapasueños, cajas de cigarrillos... Mirás a través de los trapos, de las banderas y ves sillas, sillas que miran al santuario, a las fotos, a los rosarios, sillas vacías que a veces son ocupadas por visitantes, que lloran y miran para abajo, que traen más fotos o más cartas y vos como simple espectador no haces otra cosa más que llorar, sin entender porqué, sin saber quién es aquel que llora, sin saber porqué llora, te sentís como ese pibe de Cromagnon, que hoy ya no está, que un simple viento con olor a llamas se lo llevó, y desapareció. (19/06/06)

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